viernes, 20 de enero de 2012

la SOPA y las músicas


ACTA, SOPA, PIPA y la Ley Döring, están en la mira de todos los internautas últimamente. Google y Wikipedia han lanzado, cada uno, un comunicado en que señala que estas leyes atentan contra la libertad de los individuos disfrazándolas de combate a la piratería, a lo cual se han unido diversas compañías como Twitter, Facebook, Anonymous, AOL, Creative Commons Foundation, eBay, Electronic Frontier Foundation, Human Rights Watch, Internet Foundation, Kaspersky, Mozilla, Reporteros sin Fronteras y Yahoo!. Ciertamente estas medidas crean grandes restricciones a las webs 2.0, y avalarán la censura en caso de que se infrinjan los copyrights.

En México, tal cosa como el copyright no existe, las leyes mexicanas sólo protegen a los propietarios de los derechos de autor, y en el país el Senado de la República está tomando medidas para someter a la legislación mexicana leyes como SOPA (el Estado mexicano está circunscrito a ACTA y está promoviendo la aprobación de la Ley Döring, que al “parecer” no contempla la censura en la red).

Actualmente las Constitución mexicana permite que se distribuyan productos materiales e intelectuales con derechos de autor sin fines de lucro, mediante la cita de textos o uso de una parte de los productos siempre y cuando se diga le de crédito a los autores correspondientes; al igual que el derecho de cada mexicano de poseer una copia de 1 disco, libro, partitura, dvd para uso personal y con fines de estudio de cualquier material protegido por derechos de autor. (En este artículo se puede consultar una defensa a la Ley Döring que, según el senador que inicio la propuesta de Ley, respeta la Constitución vigente y no considera como piratería si no se lucra.)

Como ven esto difiere por mucho de las leyes de los países sajones que aplican el copyright que, a grandes rasgos, intenta poner una copia de cada producto en manos de cada individuo, propiciando un mayor beneficio económico para los dueños del copyright, que casi nunca pertenecen a los autores (artistas, compositores, escritores) de dichos materiales.

Los mayores defensores de la Ley SOPA son MPAA y RIAA, ésta última posee la mayoría de los derechos de copyright de la industria discográfica. Es relevante que ASCAP (The American Society of Composers, Authors and Publishers), integrada por compositores, arreglistas y casas editoras de música de defienden los derechos de interpretación de sus miembros, no se haya pronunciado ni a favor ni en contra de dicha ley. En México la empresa que se supone resguarda estos derechos es la SACM (Sociedad de Autores y Compositores de México) encargada de administrar los derechos de los autores y compositores de música. Ambas organizaciones cuentan con su división de música clásica.

Si creen que los músicos, tanto intérpretes como compositores, nos beneficiamos de la explotación de los derechos de autor por medio de un producto comercial como un disco, les aseguro que, al menos en México, esto no sucede y verán a continuación el porqué.

Las compañías discográficas que dominan la industria musical a nivel mundial son Warner Music Group, Sony Music Entertainment, y Universal Music Group. Estás 3 compañías ofrecen un modelo de negocios del 10% para los intérpretes y 90% para la comercialización del producto. El sello discográfico les da un adelanto por las ventas pronosticadas de los discos y el 10% de cada disco vendido. No se les paga un sueldo mensual,  además de los costos de producción y de maquila son cubiertos por ese 10% que se les da a los artistas. Cuando no alcanzas a pagar tu adelanto con la venta de discos las discográficas te subarriendan; si surge un artista parecido a uno que ya contrataron a éste primero lo contratan y lo congelan para que no arruine el dinero que ya se invirtió en el último; y el contrato que firmas con ellos te impide trabajar por tu cuenta ya que los haces dueños de toda tu imagen.

Es cierto, comercializar un producto incluye enormes gastos de publicidad, promoción, viáticos, etc.; pero mucho de éste dinero se ha gastado en cosas que nada tienen que ver con la comercialización y la distribución del producto, como en estudios de grabación con vista al mar y sólo accesibles por medio de un helicóptero o en pagar la dichosa payola: el pago de una gran cantidad de dinero a ciertas radiodifusoras para que programen la misma canción a las misma hora en todas las señales de radio que manejan. Esto último es ilegal, no se entrega factura alguna por tal servicio y está penado por la Ley, además de que llegan a pagarse desde 800 mil hasta 5 millones de pesos por esto, pero como ya sabemos en este país prolifera la impunidad.

Si eres Lady Gaga te puedes hacer millonario con este modelo, pero ni la música clásica, ni otras músicas, pueden subsistir de la venta de discos con este modelo. Algunos creerán que existe la salvación de las disqueras independientes, con un modelo de 40-60 ó 50-50, pero la distribución de sus productos se da, en la mayoría de los casos, a través de las 3 anteriores.

También muchos músicos en el país autoproducen sus discos, pero éste modelo no produce ganancias como muchos lo desean, ni alcanza a mucha audiencia, ni se da a conocer al artista, ni crea algún impacto cultural en el país, ¿cuántos cuartos llenos de discos apilados tenemos que seguir contando? La clave está en que el precio del producto es muy elevado, tanto si te autoproduces como si firmas contrato con una discográfica.

El costo de maquila de 1000 discos es de 5 pesos por unidad, incluyendo el arte del disco. Generalmente se cobra 10 mil pesos por los mil discos, por lo cual ya estamos hablando de 2 veces más el costo del producto. Casi siempre este disco se vende al consumidor en 100 pesos, 20 veces más el costo del producto. Tal vez si se vendieran en 40 pesos, 4 veces más lo que se pagó por maquilarlos, el disco se vuelve más accesible y facilita su distribución. Las disqueras no pudieron competir con la piratería, la gente empezó comprando discos de 10 pesos y no de 200, y después los obtuvo de manera gratuita.

Los discos de música clásica, y de otras músicas no comerciales, sólo se pueden conseguir en muy pocos lugares de México, como las librerías El Sótano, Ghandi, El Péndulo, Nandala y en algunas Mixup, y esto si vives en la Ciudad de México. Si estás destinado a vivir en el resto de la República sólo puedes acceder a otras músicas a través del internet, ya se reproduciendo canciones, Youtube, bajando discos completos, o pidiéndolos en Amazon o iTunes, o en algún otro sitio.

En los espacios donde se encuentran las otras músicas poco nos llega a México. Aunque podamos encontrar discos de Naxos, Brilliant, Deutsche Grammophon, EMI Classic, Sony Classical, Decca, Alia-Vox, es raro cuando encontramos algo de Nonesuch, ECM, Hyperión, Glossa, Erato o Teldec. Al parecer no ha llegado la globalización a México y es la causa de la gran cantidad de búsquedas de contenidos a través de internet.

A menos de que ganes algún premio o seas el Cuarteto Latinoamericano (Brilliant, los discos que lanzó el sello de las grabaciones de Dorian están fuera de catálogo), Alondra de la Parra (Sony Classical) o Rolando Villazón (Deutsche Grammophon), los músicos mexicanos no graban con dichas disqueras, tenemos que esperar una beca del FONCA (Fondo Nacional para la Cultura y las Artes) para que Tempus, Quindecim o Urtext graben o distribuyan un disco. Esta es una de las razones de por qué la música clásica mexicana contemporánea no tiene tanta difusión ni siquiera en nuestro país, ya que prácticamente no existimos.

De los sellos arriba mencionados muchos pertenecen a las 3 grandes compañías discográficas. Deutsche Gramophon, Decca y EMI pertenecen a Universal; Erato, Lontano y Teldec a Warner; sólo nos queda Naxos, Brilliant, ECM, Nonesuch, Hyperión, Glossa y Alia-Vox, cuyos discos llegan muy tarde o nunca llegan a nuestro país. Las 3 grandes disqueras controlan el mercado de distribución, como lo hice ver arriba, pero hasta hace poco, el modelo de distribución que éstas profesan se ha ido debilitando.

Naxos, por ejemplo, ofrece discos a 90 pesos, con excelente músicos y compositores. Alia-Vox vende sus libro-discos desde 250 a 500 pesos, pero el material extra, las imágenes, las notas al disco que compiten con un estudio musicológico y la selección de los temas con hilos conductores más que interesantes, hacen que sean de los más buscados y vendidos en el mundo de la música y no sólo en el mundillo de la música de concierto. También existen distribuidoras digitales que en los últimos meses han dominado el ámbito musical, como el caso de iCloud, Amazon, lastfm, Grooveshark, Spootify, Naxos Music Library, que de manera gratuita o con una renta anual relativamente baja ofrecen catálogos enteros a los suscriptores.

Pero todavía tenemos que hacer más. Tenemos que revertir la ecuación: un disco  debe ser un gancho para ir a las presentaciones en vivo de los músicos, y no la presentación un pretexto para adquirir su disco. La única manera de apoyar realmente a los músicos es ir y pagar para escucharlos en una sala de conciertos (o en cualquier otro espacio alternativo). El disco no es el instrumento ideal para una experiencia real de las músicas, es sólo una idea de ello. En un disco no puedo escuchar el ataque ríspido de un clavecín o la  profundidad de un chelo, cierra las vías de comunicación que se dan en un concierto cómo la visual y la corporal.

Lo sé, los registros sonoros ponen al alcance músicas de lugares recónditos, tanto temporales como físicos, además de ser un buen elemento para la investigación. Pero si la distribución está a manos de 3 compañías que impiden su difusión por medio de vías alternas de las cuales no salen beneficiados económicamente, como el internet, y prefieren vender la idea de la música en vez de acercarte a una experiencia más viva de ésta, entonces, tenemos que buscar otros espacios de divulgación de lo sonoro, así como exigir educación musical, y sobre todo apreciación musical, en las escuelas para devolver a las audiencias a las salas de concierto, a las arenas de rock, al fandango y al salón México, para así darle al público experiencias reales de las músicas y no una idea de éstas.

Dejemos de defender a los consorcios de disqueras que sólo están logrando que la música se limite a lo comercial, o en el ámbito clásico al niño prodigio, al aniversario del músico, al director que se cree dictador, al monstruo asiático, y todo aquello que propicia el fenómeno del intérprete (otra vez una idea de lo que nos hacen creer que tiene que ser un intérprete) y no a las músicas.

Por eso estoy en contra de SOPA, ACTA, PIPA y otras leyes que propician el modelo de espectáculo en ámbitos dónde no corresponden, cómo la música antigua, la música tradicional, el blues, el jazz y limitan la diversidad, legitimando la música y no a las músicas.

Además, ¿porqué dejamos que una Ley aprobada en Estados Unidos afecte la manera de usar el internet en México? Tenemos que exigir y hostear nuestras páginas en servidores mexicanos.Yo por mientras me quedo con este monstruo:

*La Ley SOPA será pospuesta indefinidamente mientras se le aplican algunas reformas.

*Tempus, Quindecim y Urtext hacen el gran esfuerzo de poner al alcance música mexicana, como el disco 5, que compre en la librería Nandala del centro de Coyoacán en $30, interpretado por el Onix Ensamble con músicas de Armando Luna, Jorge Torres Sáenz, Iganacio Baca Lobera, Luis Jaime Cortéz y Herbert Vázquez, pero aún así es insuficiente.

*Hace unas horas el FBI acaba de cerrar Megaupload y arrestó a varios de sus trabajadores.

*Para ver algunos de los conciertos a los que puede asistir en este comienzo del año en la Ciudad de México aquí y aquí.

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